Giovanni Federico
Breve historia económica de la agricultura
Edita: SEHA-PUZ-IFC, Zaragoza | Año: 2011
Durante al menos cinco o seis mil años, la inmensa mayoría de la población activa se dedicó al cultivo de los campos y a la cría de ganado. Todavía hoy, según las estadísticas de la FAO, unos 1300 millones de personas se dedican a la agricultura. El sector primario representa todavía la principal fuente de renta de las poblaciones de muchos países del Tercer Mundo. En los países desarrollados, en cambio, el sector primario se reduce a una cuota muy baja de la producción y de la ocupación total: las personas que se dedican a la agricultura en América del Norte, Europa occidental y Oceanía no sobrepasan los 60 millones. Justamente, la disminución relativa del sector primario es uno de los rasgos distintivos del crecimiento económico moderno en la clásica definición de Kuznets (1966).
A la contracción en términos relativos del sector primario no le ha correspondido una disminución en términos absolutos de la producción agrícola. Se puede considerar razonablemente que la producción desde 1800 hasta hoy se ha multiplicado al menos por diez. En muchos países subdesarrollados, solo recientemente, gracias a la llamada Revolución Verde, el aumento de la producción ha superado considerablemente al de la población rural. En los países avanzados, en cambio, el crecimiento de la productividad se mantiene al menos desde finales del siglo XVIII. Los países avanzados, América del Norte, Europa occidental y Oceanía, no solo son capaces de alimentar a sus propios habitantes, sino que producen considerables excedentes, que a menudo difícilmente logran colocar en el mercado.
En conjunto, la producción ha crecido más que la población, que en el mismo periodo ha aumentado de casi 1000 millones a 6500 millones de personas. El aumento del producto per cápita ha mejorado significativamente las condiciones de vida de la población. El fantasma del hambre, que periódicamente alcanzaba a las poblaciones preindustriales, ha desaparecido. Perduran, es cierto, grandes bolsas de malnutrición en bastantes países pobres, alrededor de 800 millones (el 15% de la población mundial) según la última estimación de la FAO (2001). Dicho fenómeno no se debe, sin embargo, a la falta absoluta de alimentos. La misma FAO calcula una disponibilidad media per cápita de 2800 calorías al día en el mundo y de poco menos de 2700 en los países subdesarrollados. Por tanto, la malnutrición depende principalmente de problemas de distribución de recursos (entitlements, según la definición de Sen [1981]). En conclusión, los resultados del sector agrícola en los últimos dos siglos son, desde muchos puntos de vista, significativamente mejores que los del sector industrial.
El objetivo del presente volumen es explicar las causas de este éxito. El libro está dividido en seis capítulos. En el primer capítulo se explica la dependencia del ambiente, que distingue a la agricultura de cualquier otra actividad económica, y se debate el efecto de la dotación de los factores en las características del sector agrícola. El segundo capítulo presenta la información disponible sobre la evolución de la producción agrícola y de otras variables significativas, como los precios y la composición de la producción. En los dos capítulos siguientes se analizan separadamente las dos fuentes de incremento de la producción a largo plazo, el aumento de los factores utilizados (tierra, capital y trabajo) y el aumento de su productividad. El capítulo quinto examina el papel de las instituciones: la afirmación de los derechos de propiedad «modernos», los cambios en la propiedad de la tierra, el desarrollo del mercado, etc. Por último, el capítulo sexto describe las políticas agrícolas, concentrándose en cómo evolucionaron en la segunda posguerra, el periodo de mayor intervención estatal en el sector.
Sin embargo, los éxitos pasados no son una garantía para el futuro. En conjunto, actualmente predominan las opiniones más bien pesimistas sobre el porvenir de la agricultura. Por un lado, sobre todo en los países desarrollados, se ha acusado a la agricultura moderna de perjudicar al medio ambiente y se aboga por un modelo de agricultura sostenible. Por otro lado, muchos expertos ponen en duda la posibilidad de aumentar en el futuro la producción agrícola mundial lo suficiente para alimentar a la población. Las organizaciones internacionales, como la FAO y el IFPRI, intentan encontrar un equilibrio entre estas dos exigencias contrapuestas. La experiencia histórica no es muy útil para prever el futuro, pero puede servir para no hacerse excesivas ilusiones. La agricultura tradicional era seguramente sostenible, como queda demostrado por la supervivencia de la humanidad durante miles de años, aunque requería que el 70-80% de la población trabajase en el campo y, además, ofrecía a los campesinos una calidad de vida muy baja incluso en los años buenos. Además, estaba sujeta periódicamente a desastrosos descensos de la producción, que podían poner en peligro la supervivencia misma de los campesinos. Sobre todo, la agricultura tradicional era capaz de alimentar a una población muy inferior a la actual. Volver a ella sería imposible.
El libro tiene su origen en un trabajo anterior, publicado en 2005 por la Princeton University Press, titulado Feeding the world. An economic history of agriculture 1800-2000. De dicho volumen procede casi toda la información, salvo actualizaciones de datos que dan cuenta de investigaciones posteriores. Sin embargo, aquél libro iba dirigido a un público de especialistas en historia económica y economía agraria, con sólidos conocimientos de teoría económica, y el presente volumen está orientado a un público más amplio, de estudiantes y personas cultas.
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