Según la visión más convencional sobre el desarrollo agrícola la eliminación de la explotación campesina, de la propiedad comunal y de las formas de organización y tradicionales fueron los requisitos imprescindibles para conseguir aumentos en la productividad. En este libro demostramos que esa historia convencional no se ajusta a los hechos ni siquiera en Inglaterra, país que la inspiró.
Los estudios a nivel micro muestran, por el contrario, que la diferencia de productividad entre las aldeas con cercamiento y sin ellos era pequeña y que fue fundamentalmente en las pequeñas explotaciones familiares donde aumentaron los rendimientos entre la Edad Media y el siglo XIX. La única ventaja de las grandes explotaciones y de los cercamientos fue la reducción de mano de obra.
Podemos hablar de dos revoluciones agrícolas en Inglaterra. La primera fue la revolución de los campesinos acomodados tipo yeomen; tuvo lugar en el siglo XVII en los campos abiertos (open fields), y consistió en que los rendimientos de los cereales se multiplicaron por dos y la productividad del trabajo experimentó n notable incremento. La segunda revolución fue promovida por los grandes terratenientes y se vinculó al cercamiento de los campos y a la creación de grandes explotaciones llevadas por grandes arrendatarios con mano de obra asalariada. Esta segunda revolución dio un impulso adicional a la productividad del trabajo, pero no incrementó la producción. Los consumidores y los pequeños agricultores se beneficiaron de la revolución de los yeomen. Sólo la gentry y la aristocracia fueron los beneficiarios de la segunda revolución.
Índice y publicación original en inglés de la que han sido traducidos los escritos.